martes, 23 de junio de 2020

Revista, devoluciones y despedida

Hoy es el último día de clase. Ha sido un trimestre atípico, en el que hemos vivido una situación excepcional que nos ha perturbado a todos/as. Aún así, hemos trabajado muchísimo, hemos conseguido que la escuela no pare a pesar de todo, y nos hemos dado cuenta de que las herramientas digitales ayudan, pero nada sustituye a una escuela presencial. Ahora toca hacer una pausa y disfrutar del merecido descanso. Os dejamos como lectura el nuevo número de nuestra revista trimestral, Ilíberis, letra a letra. Enhorabuena, como siempre, a su director y editor, José María Tintoré. Puedes descargarla en este enlace:
O verla en Calamèo:

En la revista podéis encontrar las recomendaciones y novedades que tenemos para el inicio de curso, una serie de libros que hemos adquirido gracias al Plan de Igualdad y que seguro que os van a resultar muy interesantes.

En cuanto a los préstamos, recordad que debéis devolver los libros que tengáis junto a los de texto. Los tutores ya os han indicado la fecha. 

Os deseamos a todos/as
 ¡feliz verano!
Nos vemos en septiembre.

lunes, 22 de junio de 2020

La Puerta de la Poesía: "El verano", Eloy Sánchez Rosillo.




verano




Mejor tal vez sería no recordar de nuevo
los días que pasaron como caricias crueles
por tu piel y mis manos.
En la luz del deseo brillaron nuestros cuerpos
y juntos escuchamos la voz ancha del mar.
Las heridas fragantes de aquel tiempo persisten
como antiguos dolores recientes en mi carne.
Yo no quiero escuchar el lenguaje marchito
de las cosas que ardieron.
Pero sé que es inútil. No es posible
recurrir a un presente hecho de soledad
para olvidar el canto de un verano, unos brazos,
para dejar temblando en el camino
el fuego que aún enciende sin querer mis palabras.


Eloy Sánchez Rosillo .





lunes, 15 de junio de 2020

La Puerta de la Poesía: "El amor difícil", Luis García Montero.

El amor difícil

Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente...


Pedro Salinas



Quizá tú no me viste, 
quizá nadie me viese tan perdido, 
tan frío en esta esquina. Pero el viento 
pensó que yo era piedra 
y quiso con mi cuerpo deshacerse. 

Si pudiera encontrarte, 
quizá, si te encontrase, yo sabría 
explicarme contigo. 

Pero bares abiertos y cerrados, 
calles de noche y día, 
estaciones sin público, 
barrios enteros con su gente, luces, 
teléfonos, pasillos y esta esquina, 
nada saben de ti. 

Y cuando el viento quiere destruirse 
me busca por la puerta de tu  casa. 

Yo le repito al viento 
que si al fin te encontrase, 
que si tú aparecieses, yo sabría 
explicarme contigo. 

Luis García Montero, Habitaciones separadas.





lunes, 8 de junio de 2020

La puerta de la poesía: "Noches del mes de junio", de Jaime Gil de Biedma

Jaime Gil de Biedma. Fotografía (detalle) de Elisa Cabot, 1983

«Noches del mes de junio»

A Luis Cernuda
Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.
Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.
Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.
                  Jaime Gil de Biedma, recogido en la antología Las personas del verbo, Ed. Galaxia  Gutenberg, 2006.

lunes, 1 de junio de 2020

"Amor post mortem", un relato de Paula López de 3º de ESO A.



Recuerdo su sonrisa en los atardeceres de verano en la playa, el oscuro color de sus ojos; las noches de invierno guardaban secretos indescifrables; aquel cabello de cobre que cosquilleaba mi nariz... así era ella. "Era"... me resulta raro decirlo. 

No está aquí para consolarme, no puedo dejar de pensar que todo ocurrió por mi culpa, por mucho que los demás lo nieguen. Aquella noche no caerá en el olvido, por mucho que lo intente o lo desee. 

Sencillamente estábamos volviendo a casa caminando como de costumbre, yo cogía su gélida mano que me daba tiernos escalofríos. Pasamos por el callejón que usamos como atajo. No era muy seguro, pero queríamos llegar pronto para ver una su película favorita, esa que ya había visto miles de veces y no se cansaba de ver. Escuchamos un disparo, éramos conscientes de que cerca traficaban con drogas pero uno se acostumbra a ello. En cuestión de segundos, nos vimos envueltos en un tiroteo del cual no sabíamos si era una redada policial o un conflicto entre bandas. Nada de aquello importó en el momento que escuché a mi querida gritar entre mis brazos: una bala le había alcanzado el pecho y la sangre emanaba de la herida creando una mancha en su fina blusa. 
La tumbé en el irregular suelo presionando el orificio de entrada de la bala, no había salida, aquel pedazo de metal seguía en su interior causándole daño. No podíamos irnos ya que los disparos continuaban, no podía ayudarla, mis lágrimas empapaban mi camiseta y la luz de sus ojos se apagaba. Con su último esfuerzo, en un susurro casi traído por el viento me dijo: “ te amaré siempre, incluso cuando mi alma se desprenda de mi cuerpo y esta acuda al cielo, quizá al infierno, o simplemente a la oscuridad eterna, pero estoy segura de que algún día iluminarás las sombras  que me ocultan, y volveremos a estar juntos. Nuestro amor no termina con la muerte, ten eso en cuenta mi amor”. Expiró. 
Envuelta en sangre tan roja como sus labios y sucia de la tierra del ambiente, el tiroteo cesó y me quedé solo en aquel callejón abrazado al cuerpo inerte de aquella persona que me había ayudado a levantarme cuando estaba en el suelo, que había convertido en los mejores días de mi vida aquellos que todo se desmoronaba a mi alrededor, que había hecho sentirme querido por primera vez y me enseñó a amar. Aprendí a amarla con tanta fuerza que nunca me había planteado estar sin ella. 

Ella era sabia, lista, hiperactiva, literalmente me salvó la vida, si no llega a ser porque estaba detrás de ella rodeándola con mis brazos creyendo que así la protegía, ella estaría viva. Preferiría haber muerto yo allí en vez de ella. Estar años sumido en la oscuridad esperándola no me supondría ningún problema, por el simple hecho de pensar que mi amada reiría otra vez, y que cuando ella llegase al final del callejón yo estaría allí esperándola para que volviese a endulzar mi corazón que no palpita. 

Pero debo dejar de pensar en que hubiese pasado, y tengo que empezar a vivir la vida que me brindó. Dejaré de temer a la muerte, dejaré mis miedos atrás, porque sé que llegará el día en el que vuelva a acariciar el rostro de la persona que más quiero, volveré a besarla,  volveré a abrazar su menudo cuerpo. La llevo en mi corazón... qué tonterías digo: ella es mi corazón.

Paula López, 3º de ESO A.

La Puerta de la Poesía: un poema de Gloria Fuertes.


En las noches claras,


resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.
                
                                           Gloria Fuertes.