miércoles, 13 de junio de 2018

ALGÚN DÍA ENCONTRARÁS TU LIBRO

“A mí es que no me gusta leer”. Es una afirmación muy recurrente, sobre todo entre los jóvenes. Pero luego les preguntas, “ ¿y Los juegos del hambre?”, o ¿no te gustó Bajo la misma estrella?”Y te dicen, “ah, sí, eso sí, esos libros sí”. Así que, si te ves reconocido en esta estampa, entonces, perdona que te diga, te gusta leer. Pero no lo sabes.
Lo que ocurre es que eso de que a uno le guste leer se toma de un modo muy genérico. Parece significar que nos tiene que gustar leer siempre y todo. Y no es así. Pasa como con la música. No nos gusta siempre, y no nos gusta toda. De hecho, considerándonos genéricamente melómanos, algunas canciones no las soportamos. O las odiamos. O antes nos gustaban y ahora no. O al revés. O llevamos un tiempo que no nos ponemos música, porque no nos apetece escuchar. Pero no conozco a nadie que bajo esa premisa me diga “no, a mí es que la música no me gusta”. Todos tenemos una canción que considermos nuestra, que parece hablar de nosotros mismos. Al igual que todos tenemos un libro entre cuyas páginas hallamos respuestas a las preguntas de nuestra propia vida, un libro que pulsa nuestra más profunda cuerda interior. Solo lo hemos de encontrar.
Entre la manera en que accedemos a la literatura y a la música, solo hay quizá una diferencia: nos tropezamos con la música de un modo natural: en un anuncio, en un coche que pasa por allí con las ventanillas bajadas, en la casa de tu amiga que se ha puesto su grupo, y lo oyes y te gusta, y notas cómo van tus pies al mismo ritmo de esas notas que suenan. Las canciones te las topas. Y son, si te gustan, tuyas automáticamente. Sin embargo... ¿qué hay de ese poema? ¿Dónde te encontraste con ese personaje que vive cosas tan parecidas a las tuyas, que sufre igual que tú, que busca las mismas respuestas que tú buscas...? ¿En qué tienda te cruzaste con un verso? ¿En qué cafetería escuchaste ese poema que recoge con certeza el grado de tu amor, o el de tu desesperación? La literatura es ese amigo que siempre encuentra la palabra justa para ti, pero que además tiene otra virtud: solo te la ofrece si tú le preguntas. Así pues, imagina cuántas respuestas puedes hallar cuando tomas un libro entre tus manos. Imagina de qué modo un libro te interroga, de qué modo podrás leerte a ti mismo en esas páginas. Y aún mejor: imagina a la vez qué mundos tan dististos al tuyo propio puedes disfrutar. Leer tu propia vida y multiplicarla. Un camino de miles de kilómetros para el que basta con desplazar tus ojos por encima de unas líneas. ¿Te lo vas a perder?

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