El
sobrio y el glotón,
fábula de Concepción Arenal.
Había
en un lugarón
dos
hombres de mucha edad,
uno
de gran sobriedad,
y
el otro gran comilón.
La
mejor salud del mundo
gozaba
siempre el primero.
Estando
de enero a enero
débil
y enteco el segundo.
«¿Por
qué- el tragón dijo un día-
comiendo
yo mucho más
tú
mucho más gordo estás?
No
lo comprendo, a fe mía.»
«Es
-le replicó el frugal-
y
muy presente lo ten,
Porque
yo digiero bien,
porque
tú digieres mal.»
Haga
de esto aplicación
el
pedante presumido
si
porque mucho ha leído
cree
tener instrucción,
y
siempre que a juzgar fuere,
la
regla para sí tome:
“no
nutre lo que se come,
sino
lo que se digiere”.
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