lunes, 1 de junio de 2020

"Amor post mortem", un relato de Paula López de 3º de ESO A.



Recuerdo su sonrisa en los atardeceres de verano en la playa, el oscuro color de sus ojos; las noches de invierno guardaban secretos indescifrables; aquel cabello de cobre que cosquilleaba mi nariz... así era ella. "Era"... me resulta raro decirlo. 

No está aquí para consolarme, no puedo dejar de pensar que todo ocurrió por mi culpa, por mucho que los demás lo nieguen. Aquella noche no caerá en el olvido, por mucho que lo intente o lo desee. 

Sencillamente estábamos volviendo a casa caminando como de costumbre, yo cogía su gélida mano que me daba tiernos escalofríos. Pasamos por el callejón que usamos como atajo. No era muy seguro, pero queríamos llegar pronto para ver una su película favorita, esa que ya había visto miles de veces y no se cansaba de ver. Escuchamos un disparo, éramos conscientes de que cerca traficaban con drogas pero uno se acostumbra a ello. En cuestión de segundos, nos vimos envueltos en un tiroteo del cual no sabíamos si era una redada policial o un conflicto entre bandas. Nada de aquello importó en el momento que escuché a mi querida gritar entre mis brazos: una bala le había alcanzado el pecho y la sangre emanaba de la herida creando una mancha en su fina blusa. 
La tumbé en el irregular suelo presionando el orificio de entrada de la bala, no había salida, aquel pedazo de metal seguía en su interior causándole daño. No podíamos irnos ya que los disparos continuaban, no podía ayudarla, mis lágrimas empapaban mi camiseta y la luz de sus ojos se apagaba. Con su último esfuerzo, en un susurro casi traído por el viento me dijo: “ te amaré siempre, incluso cuando mi alma se desprenda de mi cuerpo y esta acuda al cielo, quizá al infierno, o simplemente a la oscuridad eterna, pero estoy segura de que algún día iluminarás las sombras  que me ocultan, y volveremos a estar juntos. Nuestro amor no termina con la muerte, ten eso en cuenta mi amor”. Expiró. 
Envuelta en sangre tan roja como sus labios y sucia de la tierra del ambiente, el tiroteo cesó y me quedé solo en aquel callejón abrazado al cuerpo inerte de aquella persona que me había ayudado a levantarme cuando estaba en el suelo, que había convertido en los mejores días de mi vida aquellos que todo se desmoronaba a mi alrededor, que había hecho sentirme querido por primera vez y me enseñó a amar. Aprendí a amarla con tanta fuerza que nunca me había planteado estar sin ella. 

Ella era sabia, lista, hiperactiva, literalmente me salvó la vida, si no llega a ser porque estaba detrás de ella rodeándola con mis brazos creyendo que así la protegía, ella estaría viva. Preferiría haber muerto yo allí en vez de ella. Estar años sumido en la oscuridad esperándola no me supondría ningún problema, por el simple hecho de pensar que mi amada reiría otra vez, y que cuando ella llegase al final del callejón yo estaría allí esperándola para que volviese a endulzar mi corazón que no palpita. 

Pero debo dejar de pensar en que hubiese pasado, y tengo que empezar a vivir la vida que me brindó. Dejaré de temer a la muerte, dejaré mis miedos atrás, porque sé que llegará el día en el que vuelva a acariciar el rostro de la persona que más quiero, volveré a besarla,  volveré a abrazar su menudo cuerpo. La llevo en mi corazón... qué tonterías digo: ella es mi corazón.

Paula López, 3º de ESO A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario