Con su disfraz de Colombine
Carmen, con su sombrerito triste.
Ramón Gómez de la Serna
Cuando baja del tren lleva consigo
su historia amarga a modo de equipaje.
Las horas que yació con un extraño
al que le unían tan sólo dos anillos
y un cadáver morado, diminuto:
el hijo muerto cuyo llanto persiste.
La sombra de los chismes de provincias
se atasca en el riel mientras avanza.
Llega a Madrid
con los pies anudados a un luto interminable
y allí la carne se hace greguería.
Dicen que murió rodeada de bocas frescas,
cantando a la República. Cantando.
Con su disfraz de Colombine, astuta,
recorrió pasadizos estriados.
Las huellas de sus pies tan pequeños
socavaron la piedra a fuerza de blancura.
Con la libertad en las teclas y en la boca,
aunque fuese a las foscas, de soslayo;
vistiendo en sus textos pantalones,
respirando mujer bajo una voz muy grave.
Olalla Castro, La vida en los ramajes (2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario