Biografía sin autor
Aun con la ilusión de los caminos
abiertos a lo incierto,
lo que sucede tiene en ocasiones
el impulso, el destello,
u ofende en la distancia de aquello que se pierde.
Mas necesita un gran lugar la ausencia.
Quizá estuvo en oscuros bosques
tu voz que viene de muy lejos
repitiendo el sonido de los ríos
cuyos nombres resuenan en los pozos,
recomenzados como mar y vuelven
alzándose en su sueño.
Pero ahora la confusión te alcanza,
crece como un silencio tras las cosas;
sobrepasas los días emboscado
sobre ti mismo, sobre un libro o músicas.
La ciudad que retiene como un rehén tus horas
consigo arrastra y siempre con desgana,
discípulo del mar por un instante,
otras guardián de un esplendor fingido.
Hallaste al extinguirse el eco
del mundo su canción errante, ungido
para luchar contra la alondra pero
forastero en tu piel a veces.
Todo será en la muerte ausencia mientras
la noche que me copia me borra en los espejos.
Déjame que te hable
con un temblor pequeño
porque en lo diminuto el alba cruza.
A pesar de su impacto, de su fuerza,
¿qué queda de la luz si no su nombre?
También tiene perfiles el olvido;
la noche adversa se levanta
de sí y vuela voraz hacia sí misma
se abate frágil en tu cuerpo y deja
un rastro de humo consumado.
Déjame que pronuncie aquí los nombres
que la sombra vulneran y que salven
mínimamente lo que fuimos.
Déjame que lo diga con lo inerme.
Juan José Castro.
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