Ser el gato, hacer un esfuerzo y ser el gato transitorio del alba y en la cumbre del mundo transitado, y presumible. Ser por fuera del gato todo el gato posible después del atigrado resplandor de la noche última y la pasmada contracción felina. Comenzar en el zinc al borde de las uñas, en el cielo que escurre el canalón vacío y en la flor espectral que crece entre las rejas. El gato que despierta paso a paso las viejas miserables espaldas de fábrica baldada y el aire algodonoso de las ramas al suelo y la tierra afeitada del muro hasta el camino y hasta el bidón sonoro que su peso estremece. Ser gato por fuera y tan cabal. Parece que el mundo quepa dentro de esta pausa ondulada precisa como un astro, que te llama y a quien no negarás el pararte desnuda donde nadie hubiera imaginado aurora sobre el muro desconchado, alba rosada sobre el gris de un gato, con las puntas nocturnas de los pechos apuntando a esos hombres cavilosos que llegan tan despacio, pisando en las afueras. |
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