¡Mi corazón es una mariposa, niños buenos del prado!, que presa por la araña gris del tiempo tiene el polen fatal del desengaño. De niño yo canté como vosotros, niños buenos del prado, solté mi gavilán con las temibles cuatro uñas de gato. Pasé por el jardín de Cartagena la verbena invocando y perdí la sortija de mi dicha al pasar el arroyo imaginario. Fui también caballero una tarde fresquita de mayo. Ella era entonces para mí el enigma, estrella azul sobre mi pecho intacto. Cabalgué lentamente hacia los cielos. Era un domingo de pipirigallo. Y vi que en vez de rosas y claveles ella tronchaba lirios con sus manos. Yo siempre fui intranquilo, niños buenos del prado. el ella del romance me sumía en ensoñares claros: ¿quién será la que coge los claveles y las rosas de mayo? ¿Y por qué la verán sólo los niños a lomos de Pegaso? ¿Será esa misma la que en los rondones con tristeza llamamos estrella, suplicándole que salga a danzar por el campo…? En abril de mi infancia yo cantaba, niños buenos del prado, la ella impenetrable del romance donde sale Pegaso. Yo decía en las noches la tristeza de mi amor ignorado, y la luna lunera, ¡qué sonrisa ponía entre sus labios! ¿Quién será la que corta los claveles y las rosas de mayo? Y de aquella chiquilla, tan bonita, que su madre ha casado, ¿en qué oculto rincón de cementerio dormirá su fracaso? Yo solo con mi amor desconocido, sin corazón, sin llantos, hacia el techo imposible de los cielos con un gran sol por báculo. ¡Qué tristeza tan seria me da sombra! Niños buenos del prado, cómo recuerda dulce el corazón los días ya lejanos… ¿Quién será la que corta los claveles y las rosas de mayo? Federico García Lorca Libro de Poemas, 1921
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