LA CANCIÓN DE LA VIDA
QUE no ceda tu espíritu
ante el adverso día, hasta que al fin
no tenga más remedio la miseria
que soltar a su presa y retirarse,
ladrando aún desde lejos.
Tan sólo entonces te será posible,
libre de daño o culpa,
de cobardía o de complicidad,
regresar a tu casa, abrir la puerta
con confianza, sin temblor, alegre,
y oír en las estancias apacibles
la canción de la vida.
ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, Oír la luz, Tusquets, 2008
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